Sostenibilidad

El poder de la sostenibilidad y la protección del planeta

La importancia ecológica de las dehesas de alcornoques

La conservación de la biodiversidad, la regulación del ciclo hidrológico, la protección del suelo o la captura y almacenamiento de carbono son ejemplos de los servicios medioambientales que proporcionan los ecosistemas forestales, de los que son claros ejemplos las dehesas y los alcornocales.

Los ecosistemas de las regiones mediterráneas son especialmente ricos en flora y fauna y constituyen auténticos parajes de biodiversidad. La cuenca mediterránea posee una riqueza de especies muy superior a la que se puede encontrar en el resto de Europa. De ellas, más de la mitad se encuentran únicamente en el Mediterráneo, por lo que se trata de especies endémicas de la región. El alcornoque es una de esas especies. Además, las dehesas y alcornocales son importantes reservas de biodiversidad.
El alcornoque, una especie clave de la dehesa, es la base de una cadena trófica que incluye desde los insectos que se alimentan de sus hojas hasta las aves que cazan estos insectos. Las dehesas también proporcionan zonas de refugio, nidificación y alimentación a diversas especies de fauna, algunas de ellas protegidas.

La longevidad de los árboles (que pueden vivir, de media, 200 años) y la persistencia de la estructura de la comunidad vegetal contribuyen a la gran diversidad de plantas existentes en las dehesas.

La regulación hidrológica y la conservación del suelo

Las superficies forestales, incluidas las dehesas de alcornoques, desempeñan un papel fundamental en la regulación hidrológica. Los árboles y sus raíces influyen en la infiltración y la escorrentía superficial del agua. Las copas de los árboles captan el agua de la lluvia y la «canalizan» hasta el suelo. Por lo general, el suelo situado bajo la copa es más permeable, tiene mayor capacidad de retención de agua y es más rico en nutrientes que el suelo descubierto, por lo que está más protegido del impacto directo de la lluvia que, en determinadas ocasiones, puede provocar el arrastre y erosión de los suelos, contribuyendo a regular el ciclo del agua.

En las dehesas de alcornoques, a pesar de que las copas se mantienen verdes durante todo el año, las hojas se renuevan anualmente. Las hojas viejas se descomponen, lo que ayuda a crear la materia orgánica del suelo, que recicla los nutrientes que absorben las plantas. Sin embargo, la principal contribución para la acumulación de la materia orgánica del suelo procede de las raíces finas de los alcornoques, que proliferan cerca de la superficie del suelo y que tienen un periodo de vida corto.

Por su potencial valor económico, los alcornocales también pueden ser cruciales para la creación de áreas forestales que creen una barrera contra la desertización.

El tapón de corcho y el medioambiente

El incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como el dióxido de carbono (CO2), es responsable de graves alteraciones en el clima.

Anualmente, se extraen unas 200 mil toneladas de corcho y solo de Portugal sale aproximadamente la mitad de toda la producción mundial.
Aproximadamente, un tercio del corcho producido se transforma en tapones.

Como producto vegetal, el corcho retiene el carbono resultante de la asimilación fotosintética del dióxido de carbono atmosférico (CO2). Una parte de ese carbono se emplea para el metabolismo y el resto para el crecimiento de la planta. El corcho procesado seguirá reteniendo carbono (la mitad del peso en seco de cada tapón). Esta función únicamente termina cuando se devuelve el carbono a la atmósfera en forma de CO2. Esta captura y almacenamiento de carbono en compuestos sin efecto invernadero, en especial de CO2, contribuye a reducir los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En comparación con otros cierres, en lo que respecta a la emisión de gases de efecto invernadero, la producción y uso de cada tapón emite 10 veces menos CO2 que un tapón de plástico y 24 veces menos que una cápsula de aluminio.

Además de esto, y al contrario de lo que ocurre con las superficies forestales dedicadas a la producción de madera, la explotación comercial del corcho no precisa de la tala del árbol, que permanece intacto. Únicamente se extrae su corteza del tronco, en porciones gruesas y a intervalos de 9 años, que representa una proporción ínfima de la producción total de los árboles (apenas un 1 %). La recogida de una proporción tan pequeña del almacenamiento de carbono no altera la estructura forestal ni la fisiología de los árboles.

En definitiva, el tapón es un producto natural, cuya extracción del corcho, además de no afectar a los procesos del propio ecosistema, permite la prestación de servicios medioambientales claves gracias a las dehesas y a los alcornocales. La cuidada gestión y el adecuado valor que se da a estos servicios resultan esenciales para su sostenibilidad y mantenimiento de los beneficios que generan para la sociedad.